La confederación azteca era, a principios del siglo XVI, el más grande de los procesos de integración llevados a cabo en el espacio mesoamericano. Bajo la obediencia al tlatoani o gobernante de Tenochtitlan se agrupaban multitud de pueblos, la mayoría de ellos de tronco cultural y lingüístico nahuatl. Sus tradiciones pretendían hacerlos entroncar con los toltecas, habitantes de la mítica ciudad de Tula, de la que los españoles oyeron hablar cuando desembarcaron en las costas mexicanas.
Piedra del Sol o Calendario Azteca
En términos generales, respecto al papel de la mujer se puede hablar de complementariedad en lo que se refiere a su relación con las funciones del varón. Las diferentes fuentes hablan de la primacía del varón en lo que se refiere a la conducción de la vida política, aunque también hay suficientes indicios como para considerar la importancia de la mujer en determinadas actividades. Veamos algunos aspectos de estas actividades, en lo que se refiere a la vida privada o doméstica, para analizar a continuación algunas de sus tareas en lo que hace referencia al ámbito público y ceremonial. Esta dualidad se hace presente en la propia cosmogonía azteca, siendo las relaciones familiares un reflejo de la misma. Así, en el dios creador Omeotl algunos etnógrafos han querido ver el resultado de la complementariedad del femenino Omecihuatl y el masculino Ometecutli.
También es interesante señalar los datos que se refieren a la presencia del elemento femenino en las creencias religiosas y los rituales. Como en la mayoría de las culturas antiguas, la mujer aparece fuertemente vinculada con las ceremonias específicas de fertilidad. En el caso mesoamericano este vínculo se hace más fuerte cuando hablamos de la relación entre la mujer y el dios del maíz.